martes

LOS SOCIALISTAS HEMOS SIDO Y SOMOS CASI TODOS


La historia de la humanidad no es la historia de la naturaleza mezquina de los hombres a pesar del casi eterno fluir de las guerras causadas por la sucesión de las figuras destacadas de la maldad, como los Calígula, los Torquemada o los Bush, porque la inmensa mayoría de los seres humanos en el fondo queremos lo mejor para nuestros semejantes, la buena vida, o ¿Acaso usted no sería partidario de que todos tuviésemos acceso a la felicidad, a un trabajo digno, a una vivienda, a una educación y a servicios de salud de calidad? Yo creo que a mis lectores les gusta eso que dice la constitución sobre el derecho a la igualdad y a la paz porque, así les cause pavor la idea, la generalidad de las personas de este planeta son socialistas, como lo fueron nuestros lejanos antepasados. En los tiempos prehispánicos no existía esa descomunal diferencia entre ricos y pobres que nos ha legado el capitalismo, casi todos trabajaban por igual sin grandes afanes de explotar a los demás o de atesorar riquezas. No existían los respetabilísimos empresarios secuestradores del Estado, como tampoco la masa miserables asalariados y desempleados. Simplemente la vida transcurría con rudeza, pero con mayor fraternidad comunal, sin necesidad de presionar demasiado a la naturaleza para producir el universo de chucherías que nos ofrece el mercado. 
Los españoles nos impusieron “la civilización” de la esclavitud y que luego los criollos ricos transformaron en “modernidad” capitalista para dejar que los esclavos fueran libres de vender su fuerza de trabajo por el más mínimo de los salarios. De manera que, con la introducción de la lucha de clases, las cosas cambiaron rotundamente porque los que tienen siempre quieren más, para sí y para su circulo más cercano y los que no tienen nada, les toca simplemente soñar con tener. Los unos a explotar a sus semejantes y los otros a tratar de sobrevivir. Sin que sea una norma absoluta, los ricos tratan de ser solidarios con los ricos y los pobres, en virtud de su condición, suelen ser más solidarios con sus semejantes. Entonces la pregunta es: ¿si en el fondo todos somos socialistas y algunos se dicen cristianos por aquello del “amor al prójimo”, porque hemos vivido y seguimos viviendo en tan oprobiosas condiciones? La respuesta sin dudas es sumamente compleja, pero no podemos seguir con el cuento de que es por la simple manipulación de la oligarquía, aunque evidentemente esa minoría privilegiada tiene unas cañoneras impresionantes, llamadas comúnmente “medios masivos de comunicación” o “libertad de prensa”, con las cuales entran en nuestras casas y en nuestras conciencias para pintarnos pajaritos como la “democracia”, que en realidad es la dictadura de los grandes propietarios.
Cuando ahondemos un poco más en el asunto del porqué la esclavitud duró tres largos siglos y aún hoy continúan las formas de explotación más ignominiosas, veremos cómo eso debe también al beneplácito de muchos de los que consideramos victimas porque en cualquier tiempo de la historia hay quienes han aceptado su condición de sometidos y simplemente se conforman con las migajas que les tiran los amos. Dicho de otra forma, las injusticias sobreviven porque hay seres que se reconocen inferiores en derechos y por lo cual, son incapaces de visualizar o de luchar por un futuro diferente. Esos individuos pusilánimes o mediocres que ven en la desgracia colectiva la fatalidad del destino, son precisamente los que acogen los espíritus egoístas en sus partidos conservadores para hacerse a la riqueza y preservar el sistema o el statu quo. Mientras los acomodaticios y burócratas de siempre se venden por un plato de lentejas o unos espejitos (salario, condecoraciones, ascensos o un puesto de oficina), por el otro lado están, quienes intentan cambiar las condiciones de sometimiento e iniquidad, los libre pensadores, revolucionarios o románticos, como lo fueran en su tiempo Espartaco, los caciques Petecuy y Calarcá, los comuneros y Bolívar. Y aunque el discurso oficial de siempre, el de los poderosos, los conquistadores, los Juán Sámano y los generalotes de hoy, trata de descalificarlos con palabrejas tales como caníbales, masones, impíos, subversivos, comunistas, terroristas, bandidos etc. el oleaje no se detiene, en un tiempo están en la cresta los revolucionarios, como Marx y Engels en la comuna de Paris, y en otro momento parecen triunfar los Hitler y los Mussolini. En Colombia a pesar de lo alta que pueda parecer la cresta del uribismo-santismo no se oculta la triste verdad de los 9 millones de compatriotas indiferentes a los desmanes cometidos por los inescrupulosos desde el palacio de Nari. Pero el oleaje continúa y volverán los tiempos de rebeldía porque para los humildes el peligro no está en los socialistas, pues muchos de sus postulados forman parte de las mejores aspiraciones del ser humano, como ya miles de seres lo demostraron al sacrificar sus vidas para darnos seguridad social, derecho sindical, jornada de ocho horas y muchas cosas más. Es que muchos ignoran que si fuera por la burguesía seguirían exprimiéndonos como en la Inglaterra del siglo XIX donde hasta los niños trabajaban largas jornadas sin prestaciones sociales. Para los egoístas u oligarcas el accionar de los socialistas si representa un grave riesgo porque pueden contaminar a la masa y hacerla sentir que es posible materializar sus sueños de igualdad y por eso hay que “chuzarlos”, perseguirlos hasta la muerte o dividirlos apelando a los inseguros e inescrupulosos Angelinos. Porque no nos digamos mentiras, también entre los partidos de izquierda abundan los que utilizan la careta de progres, para buscar su propia salvación. A las élites les fascinan esos tipejos miserables de espíritu porque con facilidad los convierten en mercenarios de su causa y de paso de manera efectiva desmoralizan a los menesterosos. Es precisamente esa la lección de la historia pues lo peor para los esclavos no era el gran señor esclavista, sino el esclavo que ascendía a capataz, porque éste conocía de verdad cómo ser implacable. De ahí el viejo refrán: no hay cuña que más apriete que la del mismo palo.

LA SALUD COMO NEGOCIO

No todos los casos de la vida real se pueden generalizar como fenómenos sociales, pero creo que este que les voy a contar da pistas para entender lo nefasto que ha sido el hecho de permitir que unos cuantos políticos mercenarios del empresariado hicieran de la salud un negocio.
Unos hampones que huían en taxi, tras cometer su delito, le dispararon a mi hermano, la suerte quiso que el vendito proyectil tan sólo le diera en un brazo, pero la mala fortuna estuvo en que lo pilló sin tener afiliación a una EPS. Sí, fue toda una desgracia porque no es lo suficientemente pobre como para merecer el Sisben ni tan acomodado como para poder pagarle a los chupasangres de la salud, ya que forma parte de esa gran población de colombianos que el Dane denomina desempleados o, para ser más precisos, de una más “honrosa” categoría, la de aquellos que viven de la economía informal. De urgencias fue llevado a la clínica Farallones, donde lo atendieron en las primeras horas, pero cuando llegué me dijeron: “Hay que operarlo y para ello usted debe cancelar 10 millones de pesos, puede que cueste menos…pero de momento eso debe pagar” Yo por su puesto le dije a la niña que me atendía: “Ese dinero no lo tengo ahora pero si me da un plazo, como decir, mañana podría ver cómo conseguirlo” a lo cual me respondieron tajantemente “No, debe cancelar ahora o de lo contrario se lo remitimos al Hospital Departamental, donde se demoraran varios días en operarlo… y no podemos esperar porque es política de la empresa”. Claro que entendí la situación, especialmente la ultima expresión porque la ley 100 de nuestro gran expresidente convirtió a cada ser humano en un cliente y a la salud pública en un negocio. A la hora entonces, llegó una ambulancia, me cobraron 400.000 pesos para dejarlo salir y fue trasladado al HUV. Allá efectivamente lo tuvieron más de 15 días y cuando pude recorrer los pasillos y la zona de urgencias me acordé de una vieja serie televisiva, de M.A.S.H. el hospital de combate de los yanquis en Corea. Es increíble los contrastes que uno tiene que ver en ese lugar: los jóvenes doctores muy amables tratando de atender a tanto herido con limitados recursos, policías custodiando heridos, enfermos en camillas por los pasillos, sin una cilla para el visitante y unas condiciones locativas sumamente deprimentes. Yo sólo les digo a mis lectores que crucen bien sus deditos para que nunca el destino lo lleve por esos lares. Ahora bien, las experiencias que uno tiene en los espacios públicos debe llevarnos a reflexionar sobre lo que es público, es decir sobre la política para no quedarnos en la lamentación o pensar que estas cosas suceden como parte de un “castigo divino” porque muchas de nuestras desgracias también son el fruto de malas decisiones humanas. No olvidemos que es en las elecciones donde una y otra vez los colombianos votan por la misma casta de oligarcas egoístas, por mafiosos y parapolíticos a quienes la salud de los demás no les preocupa. Una y otra vez votan por quienes nos garantizan salarios de hambre, guerra y “confianza inversionista” para que se lleven nuestros recursos naturales. Además muchos se hacen los locos frente a la delincuencia, hasta cuando les tocan el pellejo y otros olvidan que la ola de violencia urbana que padecemos en nuestras grandes ciudades no es sólo causada por las gentes de mal corazón, sino que tienen en parte su origen en factores como el desplazamiento, el desempleo y, en general, la injusticia social. La tan cacareada “Seguridad Democrática” nos dejó un importante legado: llevo a toda costa la guerra al campo, con lo cual, y gracias a fenómenos como los mal llamados “falsos positivos”, casi 4 millones de campesinos se vieron expulsados de sus tierras, algunos de ellos fueron a dar a las ciudades donde reina el desempleo, se pavonean los paramilitares y dominan los grandes patrones de la droga. Esa mezcla a resultado explosiva porque de alguna forma presionan procesos de drogadicción, violencia intrafamiliar, alcoholismo y esquizofrenia. Lo peor es que no vislumbro una fecha para que podamos salir del atolladero porque la oligarquía a renovado su férreo su control sobre el Estado y el nuevo mandatario se apresta para continuar con el reencauche del viejo cuento del “Frente Nacional” que le permitirá a sus amigos de casta seguir expoliando a los pobres y prolongando la guerra. No importa que ahora nos pinten pajaritos, en cuatro años volveremos a la realidad y algunos gritarán “oooh y ahora quién podrá salvarnos”….a lo que desde el Tiempo responderán de nuevo con su consigna “el Santin Colorado”.