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PLANIFICAR ES CUESTIÓN DE INTELIGENCIA

Hoy en el mundo prácticamente nadie se escapa al embrujo transformador del desarrollo tecnológico porque, entre otras cosas sus productos facilitan muchas de las tareas del hogar y el trabajo. Ya se han vuelto rutina por ejemplo, las noticias relativas a la conquista del espacio y asistimos a la proximidad de los viajes interplanetarios, gracias también a los grandes avances científicos. Sin embargo hay que aclarar que no es una casualidad que dichos logros se produzcan en las sociedades más organizadas, en aquellos países donde el pensamiento racional está arraigado, porque gozan de elevados índices de alfabetización que les permiten saber que planificar es el elemento clave para enfrentar las adversidades del presente y para la construcción del futuro. En consecuencia, no debería extrañarnos que sean ellos los que gocen de una esperanza de vida superior a los 75 años, que dispongan de comodidades económicas superiores y que incluyan entre sus actividades del tiempo libre la lectura y el cultivo de las artes. (claro todo eso sin olvidar el intercambio desigual, el imperialismo y etc).
Para nosotros las cosas son muy distintas, pues aquí padecemos de elevados niveles de analfabetismo y el pensamiento irracional, la improvisación o la inmediatez son la pauta fundamental de conducta. Tanto es así que se han constituido en el recurso preferido de la oligarquía nacional para perpetuar sus privilegios. Los alcaldes por ejemplo en diciembre, para saciar sus propósitos politiqueros, muchas veces promueven las ventas informales, sin reparar en lo más mínimo en las consecuencias nefastas que ello tiene; se destruyen las zonas verdes, se crean focos de infección, se invaden los espacios públicos, complican el tráfico vehicular y sobre todo, convierten a los más necesitados en idiotas útiles de los contrabandistas o de los evasores de impuestos. Por lo común, las personas no reparan en estos hechos, simplemente se dejan manipular con una falsa concepción de la solidaridad con los que padecen la pobreza, pero si analizaran con más cuidado todo el universo de riesgos y consecuencias de la informalidad, seguramente otra actitud asumirían. Como el espacio de esta columna es tan reducido me limitaré a mencionar dos elementos adicionales. Las ventas informales ponen en riesgo cada día la salud de los caleños porque no existen controles, ni la educación suficiente para prevenir los efectos de los hongos, el polvo, las aguas mal tratadas, la falta de letrinas, los alimentos en descomposición, y las bacterias como la salmonella. Las diarreas “inexplicables” y la aparición de muchas de las enfermedades infecto contagiosas encuentran su origen precisamente en los alimentos (y a veces en los objetos) que se compran en la calle. La otra consecuencia que quería resaltar, y que es la más nefasta a mi manera de ver, es que por esta vía vamos reproduciendo la inmediatez de generación en generación y aquella pereza que nubla la mente de quienes no pueden aprender a visualizar las consecuencias de sus actos. Por eso es que es tan extendido en nuestro medio el querer comprarlo todo en el semáforo, ir al paseo sin lo necesario y querer solucionar las cosas a última hora. Así el presente un mar de dificultades y el futuro el reino de lo aleatorio.