miércoles

DOCTORCITOS

Las gentes que viven del campo, tienen un respeto y una consideración muy alta frente los profesionales de la ciudad, pero hay doctorcitos que promueven una visión del trabajo tan equivocada que, como van las cosas, en unos años todos seremos meros entes de cuerpos atrofiados con cerebros sostenidos por máquinas ejercitadoras. 
Esta no es futurología barata, ya lo estamos viendo en la dependencia del televisor, los computadores, las pantallas de cine y la proliferación de espectáculos, que entre otras cosas, generan los problemas del sobrepeso, la hipertensión y la diabetes. Para remediar en algo el proceso entonces se van inventando los gimnasios a la vuelta de su casa, las bicicletas estáticas e incluso aparatos que emiten impulsos eléctricos para que sean sus músculos los que se muevan en la comodidad de su cilla. En esta tendencia de ir despreciando la actividad física y exaltando al máximo la generación de conocimiento intelectual he tenido la oportunidad de conocer a muchos doctorcitos que pasan sus horas y sus días sentados frente a un computador generando sus sesudos textos, informes y memorandos, mientras van proyectado sus barrigas hacia el infinito. A veces salen de sus oficinas para pavonearse con sus colegas hablando sobre lo divino y lo humano pero, cuando tienen que operar un destornillador o una brocha, comprobamos que son unos incapaces absolutos. Uno puede decir que esos son gustos o estilos de vida, pero lo triste es verlos salir del supermercado lloriqueando como todo el mundo, repitiendo: ¡Pero cómo están de caros los tomates! ¡Ufff la yuca ha subido mucho ¡ y ¡Las habichuelas están por las nubes! etc. Evidentemente como ellos nunca han tenido que ensuciarse las manos, no conocen la enorme cantidad de factores adversos con los cuales tiene que luchar día a día el hombre del campo. Se sabe que los intermediarios encarecen los productos agrícolas pero si por los doctorcitos fuera, pagaban las frutas a 10 pesos y el cilantro a centavos, porque según ellos el único trabajo digno es el que está ligado a los Proyectos de Investigación y a los productos con “Valor agregado”. 
 Por todo esto es que yo recomendaría someter a estos fulanos y sus elegantes amas de casa, a la experiencia de organizar al menos una pequeña huerta para que conozcan lo que es el trabajo físico duro a pleno sol, el impacto de las sequias, la humedad excesiva, las bajas temperaturas, la incidencia de las plagas y el daño que causan los perros, el ganado y las travesuras de los armadillo sobre los cultivos. De esta forma además aprenderían que los campesinos no son los brutos que nos pinta la tradición burguesa, ellos desde muy niños tiene que desarrollar un agudo sentido de la observación, vérselas con otras formas de experimentación y aprenden miles de cosas para mantener los sembradíos, las vacas, las gallinas y los perros saludables. Vivir en el campo es algo tan duro y cruel que deberíamos ser más comprensivos con los campesinos, en lugar de burlarnos de ellos por su hablado y sus costumbres. A mi vecino por ejemplo le encanta pegarse de la botella los domingos y aunque le censuro, pienso que también deberíamos preguntarnos si allá en la lejanía, acaso el Estado o la sociedad “desarrollada” llega para ofrecerle otras formas de entretenimiento y socialización o una educación de calidad? Pues no, si están de buenas, le tiran un subsidio de miseria y ¡pare de contar! 
De manera que las cosas están funcionando mal, mientras del campo se alimentan las ciudades, a los pequeños campesinos solo les quedan los problemas gordos de violencia y la miseria. ¿Sabía usted que un citadino puede ganarse incluso más de 50.000 por hora, al tiempo que a un trabajador de la tierra le salen con 20.000 por día? Seguro que sí, pero la paradoja es que sólo los que se dicen inteligentes, los doctorcitos, son los que salen a teorizar sobre el crecimiento de la desigualdad social.