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EL DERECHO A SER CORRUPTO


Y LOS DERECHOS ADQUIRIDOS

Por estos días algunos colombianos están escandalizados con la corrupción, pero muchos otros simplemente la contemplan como parte de nuestras tradiciones más ancestrales.

Aprovechando la circunstancia, los que se dicen politólogos hacen una y mil gárgaras con palabras y teorías exquisitas, tratando de explicar porque somos uno de los países más corruptos del mundo, al tiempo que se lucen en los mercenarios medios de comunicación masiva, para hacer dinero con sus disertaciones eruditas.

Los sonados casos de Samper, los Uribistas, los magistrados, Samuelito, y Odebrecht se suceden uno tras otro sin que cambie nada y la razón es muy sencilla: porque existe en el derecho “consuetudinario” a ser corrupto. La palabreja de marras que he utilizado hace referencia al derecho que se le concede a la costumbre. Un argumento muy aplicado por los juristas que dicen cosas como “La invocación que la ley hace de la costumbre reafirma su pertenencia al sistema jurídico y su naturaleza normativa. La costumbre se mantiene como fuente de derecho y aporta al sistema jurídico flexibilidad y efectividad. Entre la ley y la costumbre justamente se ha observado la existencia de una relación dialéctica que es indisociable del fenómeno jurídico”, "La aplicación de la costumbre corresponde a los principios que inspiran la democracia participativa.” Y "- Al reconocer el valor de la costumbre se asegura el respeto de la buena fe".


Honorables magistrados

Bajo tales principios filosóficos del derecho, la corte constitucional frenó parte de la aplicación de nuevo código de policía, sobre todo en lo referente a los vendedores informales y esto porque para los honorabilicimos magistrados los derechos de ciertos individuos prevalecen sobre los derechos de la comunidad. 

Expliquemos el asunto.
Los juristas proceden así porque, como viven en casas elegantes, frente a ellas no se pueden acomodar los vendedores de arepas con el humo y suciedad.
Un vendedor informal es un sujeto que se posiciona y se posesiona de un fragmento del espacio que es de todos, para sus intereses económicos particulares, con el argumento de defender su derecho al trabajo. Esto lo vemos en cada esquina, en el centro de las ciudades e incluso al interior de las oficinas del Estado y de las Universidades Públicas de la república.

En Colombia ciertas formas de robo son parte del derecho consuetudinario.

Sin embargo lo que olvidan los magistrados es que todos los demás pagamos por el sostenimiento de los espacios comunes y el amoblamiento urbano: bancas, jardines, andenes, paraderos de buses, parques y plazas. El vendedor destruye nuestras zonas verdes y degrada con manteca los andenes e impide nuestro libre tránsito y tranquilidad, tiene el derecho a dejar sus basuras en la esquina, el derecho a robar energía y a veces agua. Pero eso no es todo, tienen derecho a poner en riesgo la salud de los aquellos ciudadanos irresponsables, que les compran los alimentos mal procesados, y ello porque así lo han venido haciendo durante muchos años. Los vendedores que se suben a los buses tienen el derecho a gritar, cantar e incomodar a los demás porque es la costumbre, mientras los usuarios no tiene el derecho a ir en paz con sus propios pensamientos.
¿Sabe usted cuántos de esos negocios de calle corresponden a mafias, a grupos de rufianes que saben que ganan más en la calle que montando un negocio legal? Porque no todos los que lucen, son pobres.

Si nos atenemos a los derechos adquiridos por la costumbre, entonces:
¿Los taxistas tienen el derecho a no respetar las señales de tránsito, porque es algo que se han ganado con los años?
¿Los “habitantes de calle” tienen el derecho a defecar y orinar debajo de los puentes o en los rincones oscuros, porque los ampara el derecho consuetudinario y la incompetencia de los policías chatiadores?
¿Los políticos seguirán impunemente comprando conciencias porque así ha sido desde los orígenes de esta particular democracia suramericana?
¿Los empresarios pueden pagar campañas electorales y esperar recompensa en contratos, porque así lo hacen casi todos los partidos políticos y la tradición popular?
¿Los motociclistas tienen el derecho a seguir usando los andenes para circular, por que los agentes de tránsito en su ineptitud no se atreven a contrariar tan peculiar costumbre?
¿Los clérigos deberían tener el derecho de abusar de los niños porque es un asunto del derecho adquirido en la tradición de la iglesia?
Y ¿La tauromaquia debe seguir porque es una práctica popular ancestral, sin importar los actos indignos como el puntillazo?

En síntesis

Es gracias a la ley y a los magistrados corruptos, que con su cuento de respaldar los derechos adquiridos, CIERTOS CIUDADANOS TIENE EL DERECHO A SER CORRUPTOS y a reproducir esas prácticas de generación en degeneración. Y es que el vendedor inescrupuloso que nos roba el espacio público hoy, con la ayuda de ciertos políticos demagogos, ¿tiene el derecho a seguir con su negocio o cederlo a sus hijos y nietos, según el noble criterio “microempresarial” que ellos tengan?.
Los flamantes burócratas de la ley se llenan la boca pidiéndoles a los alcaldes que tracen planes de reubicación, antes de echar de la calle a los que se disfrazan de pobres. Parece que los magistrados no conocen de la historia, pues con dichas predicas lo único que consiguen es prolongar y multiplicar nuevas formas de corrupción.
Repitamoslo: Si usted es listo y quiere montar un negocio en el espacio publico sin pagar impuestos y robando energia, puede hacerlo. Y si en un año el alcalde no le consigue un local nuevo, entonces puede quedarse ahí hasta la eternidad porque usted adquirió el derecho.

Enséñele a sus hijos que ser pillo paga.