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EL DESPILFARRO DE ENERGÍA

EL SECTOR ENERGÉTICO FALTO DE ESCRÚPULOS

Los ministros en Colombia por regla general son atenidos que viven de la “puerta giratoria”, se forman como fieles servidores del capital privado, luego cada cierto tiempo pasan al Estado a legislar para sus amos, regresan a ser gerentes o consiguen amigos que los impulsan hacia nuevos cargos políticos. Los ejemplos son numerosos, como el del señor Uribitwo, el de las ministras que en lugar de garantizar la gratuidad de la educación superior se dedican a inventar trucos-becas para financiar las universidades privadas. También tenemos el caso del exministro Alejandro Gaviria Uribe que durante 6 años se encargó de cuidarles el negocio a las EPS, ahora es rector de la Universidad de la Javeriana y algunos ya le van inflando sus discursos, para ponerlo como candidato presidencial.

Pero hoy tenemos que hablar de la actual ministra de minas y energía María Fernanda Suarez, porque es una digna representante de esta moda de los gerencialistas en el poder, que dictan cátedras de liderazgo. Ella ha sido vicepresidenta de inversiones de Porvenir, ejecutiva del Citibank y también ha participado de las juntas directivas de ISA, Isagen y Ocensa. Dicha ministra es noticia porque utilizando el viejo argumento de la sequía y el fenómeno del niño viene preparando el terreno para que los colombianos aceptemos con resignación nuevas alzas en los servicios de energía o más ayudas para los capitalistas del sector como el denominado cargo por confiabilidad. Según ella, las cosas no pintan bien para el 2021 y aunque el senador Jose David Name plantea que “la usura de los generadores hidráulicos no tiene límites y ahora nos tiene a puertas de un apagón nacional”, la señora Suarez aún no estima necesario intervenir el mercado.

Es verdad que todo país debe contar con unas fuentes de energía necesarias para garantizar el funcionamiento de su aparato productivo, pero al igual que en la economía doméstica, ya es hora de empezar a responder las siguientes preguntas:
¿hasta dónde vamos a arriesgar para obtener lo que queremos?,
¿cuánto será suficiente?
y ¿en qué lo vamos a gastar?
Dichos cuestionamientos hay que hacerlos porque a los inversionistas lo único que les interesa es ampliar sus negocios hasta el infinito, sin tener ninguna otra consideración que la taza de ganancia, como lo hicieron por ejemplo en Hidroituango, donde no les importó alterar el cauce del río Cauca, el ecosistema de una región, ni les dolió poner en riesgo la vida de miles de personas humildes. La gran paradoja de esos afanes por ampliar la producción eléctrica, es que no disminuyen los costos, concentran la riqueza en unos pocos y entre todos, vamos dilapidando irracionalmente nuestros recursos naturales bajo el absurdo ideal del progreso.

Como el negocio consiste en producir con la ayuda de y los bienes del Estado para venderle a los empresarios y al Estado por medio de contratos que firman los dirigentes políticos-empresariales, en este círculo vicioso es imposible hablar de planes reales de ahorro de energía, pues ahora los que tienen olfato para los negocios quieren incursionar en las “energías limpias” para así seguir su marcha destructiva sobre el planeta.

Contrario a lo que muchos creen, nuestra meta debería ser la disminución de la producción energética e ir atajando nuestro camino hacia la catástrofe. Ello es posible pero tenemos que dejar de lado la lógica de la ganancia individual, limitar nuestros estilos de vida ostentosos, evitar el robo de energía que se produce en cada esquina de nuestras ciudades y aprovechar tanto los conocimientos adquiridos, como nuestra capacidad de análisis. Debemos dejar de pensar que el alumbrado público debe funcionar las 12 horas continuas, cuando existe la tecnología para modularla. Es absurdo creer que a los ladrones los podemos combatir regando bombillos en los parques porque ellos fácilmente atacan a pleno sol. Tampoco podemos continuar derrochando energía como lo hacemos en diciembre con los cientos de juguetes o adornos que tenemos en casa. Y por último hay que recordar que la polución lumínica no es una mentira de los ecologistas radicales pues afecta el medio natural y la salud de las personas.

De manera que, podemos utilizar nuestra inteligencia y recapacitar o seguir aceptando que estos gobernantes inescrupulosos nos lleven hacia el suicidio colectivo.*