lunes

LOS AVIVATOS


Conciliar el interés o la comodidad personal con el bienestar general es quizás uno de los retos mas difíciles que tiene que afrontar una sociedad. En la nuestra, la filosofía predominante es “primero yo, segundo yo y los demás que se frieguen con Jota, pero los avivatos no se dan cuenta que por ese camino, en realidad vamos perdiendo todos. Para comprobarlo recordemos lo que pasa con el transporte y lo que sucede en torno de la economía informal. ¿Sabe usted porque un taxista se parquea justo donde hay una señal de prohibido hacerlo para evitar trastornos al transito? Porque hay personas a quienes lo único que les importa es evitar caminar unos metros. Hoy muchos creen que para ir cómodo al trabajo, lo mejor es comprarse un carro, empero como al vecino, que no quiere quedarse atrás se le ocurre la misma idea, logramos que los impuestos se vallan en puentes y autopistas, contaminamos el medio ambiente, sufrimos de estrés por los trancones y conseguimos que los alcaldes no hagan más que preocuparse por la moda de la “movilidad”.

A continuación miremos lo que hizo don Roberto esta mañana. Salió de su casa volando porque no puso el despertador y le cogía la tarde. Aunque sabía que la diligencia le tomaría tiempo, no llevó consigo una botellita de agua o algo para comer en el camino, pues en su cerebro no existe la idea de ser precavido ni mucho menos la de planificar. De manera que cuando le dio hambre, sencillamente se arrimó al primer carrito de ventas informales que encontró y se comió una fruta a medio lavar. De forma cómoda resolvió su problema, mas las consecuencias de ese acto jamás pasarán por sus circuitos neuronales.
A mi vecino que ahora padece intensos dolores estomacales le dije: “es que en la calle no se compra nada de nada”, a lo cual me respondió que no se podía ser tan radical y hay que ayudar a los pobres. Después de escuchar tan hermosa expresión de “Ayudar a los pobres…” tengo la impresión de que algo no me cuadra. ¿Cuando alguien compra en la calle lo hace para ayudar, o buscando la comodidad o la economía personal? ¿Será que solo fueron mis oídos los que escucharon las historias de vendedores callejeros que utilizan sus puestos para el microtrafico, la reventa de productos robados y la inteligencia de los fleteros? Seguro que son una minoría, pero, veamos las cosas de otra manera ya que el discurso sobre los desamparados está como desactualizado. Antaño a los pobres se les representaba como flacos, con los pantalones rotos, sin zapatos y ojerosos, ahora muchos de ellos gracias a ciertas picardías que provoca el asistencialismo tienen SISBEN, sobrepeso, zapatillas de marca, una moto y teléfono de última generación. Ahora que si insiste en ayudarlos le pregunto: ¿a usted le gustaría que mañana un vendedor de frutas le destrozara el antejardín de su casa, le dejara basura y tomara energía o agua de su contador? Don Robert dice que estoy exagerando, como si eso no sucediera casi en cada esquina y sobre todo en diciembre cuando florecen los vendedores de sombreros y fritanga que dañan las zonas verdes, dejan sus desperdicios en la calle, engrasan los andenes y roban energía del poste más cercano. Así es como el espacio público va dejando de existir para satisfacer las crecientes necesidades de ese “micro empresariado”. Por supuesto que eso sucede por que hay quienes les compran. Lo peor es que al lado y al interior de muchas entidades oficiales, como oficinas, escuelas, hospitales y universidades los que se dicen pobres roban energía y tienen servicio de vigilancia y recolección de basura gratis porque no faltan los funcionarios que quieren hacer caridad con los bienes del Estado.

Los más grandes avivatos de este país son los miembros de esa oligarquía que se ha tomado las instancias del gobierno para legislar a su favor y defender, sus intereses dentro y fuera del país, pero que no se nos olvide que hay otra enorme cantidad de avivatos que andan por la ciudad haciendo toda clase de trapisondas para salir de la nueva pobreza, la de quienes, gracias a la sociedad de consumo, se consideran desdichados por no tener avión propio, un yate y la posibilidad de ir cada año a Miami o a las Europas.


Para terminar he de decir que si la mayoría de los ciudadanos de este país se siguen rigiendo sobre la lógica de defensa de la comodidad y el interés personal, el despelote nacional destrozará el cuento del progreso social y la paz.