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PETRO Y NUESTRO PRAGMATISMO POLITICO


El Paro Nacional nos dejó muy en claro que este país está pasando por un periodo de crisis supremamente interesante porque un sector de la población ya está cansado de los 210 años de gobiernos de derecha y aunque ésta oligarquía mande a asesinar a Petro, las cosas no serán como antes. Atrás quedó la horrible noche de la Seguridad Plutocrática

Para detener las aspiraciones de la Colombia Humana los partidarios de seguir en esta democracia de pacotilla nos quieren vender la idea de que Petro es de extrema izquierda, un comunista que nos volverá como Cuba o Venezuela, pero la gente ya no es tan tonta y entiende que eso no pasa de ser una de tantas estrategias de guerra sucia que se crean para lograr desprestigiar al oponente. Él simplemente fue un miembro del M-19, una guerrilla que no buscaba la revolución socialista, aunque todo parece indicar que su posible mandato presidencial sería un primer paso en el camino de transformación hacia una Colombia ajena a las mafias del paramilitarismo, más tolerante y humana.

Recalquémoslo, Petro no encarna un proyecto de transformaciones comunistas, pero los que sueñan con un cambio debemos ser pragmáticos y conscientes que no podemos desgastarnos agenciando otras candidaturas de medio pelo, porque en estos momentos, él es el único que está en condiciones objetivas de constituirse en el primer paso que tenemos que dar hacia la nueva nación.

Pero no nos adelantemos, primero vienen las elecciones para elegir el congreso y la tarea es garantizarle al futuro mandatario una base parlamentaria fuerte que le permita, crear o reformar las leyes, pues si permitimos que personajes atarvanes como Masias, Cabal y toda la banda de recalcitrantes profascistas continúen en el congreso, la gobernabilidad será un imposible porque tratarán de utilizar la comisión de acusaciones o al aparato judicial para derrocar al presidente.

Si bien es cierto que esas son las dos grandes batallas electorales que se avecinan, ahí no termina la lucha porque la oligarquía nos ha enseñado que para poder ejercer el control sobre la sociedad hay que ocupar todas las instancias del poder donde quiera que haya formas organizativas o institucionalidad. El proyecto es claro y ambicioso: llevar el espíritu del cambio a las veredas, las corporaciones regionales, las juntas directivas de las empresas del Estado, los consejos superiores de las Universidades Públicas, etc. Tiene que ser así porque la corrupción, la búsqueda del dinero fácil y la avaricia en “legalidad” han permeado amplias capas de la población.

Por su puesto esto nos lleva a advertir que, como en toda gran empresa humana, hay un gran riesgo, el riesgo que los oportunistas de todos los pelambres se quieran subir al tren de la victoria, camuflándose bajo las banderas del cambio social para agenciar sus negocios particulares y llevarnos al punto de retorno, corrompiendo la sal. Hay que andarse con mucho cuidado porque los falsos aliados y los que se dicen de “centro” siempre están dispuestos a girar hacia el sol que más alumbre. Además, es una realidad que la política es dinámica, es decir cuando tratamos de los asuntos colectivos, los hombres tendemos a caer en los procesos cíclicos de: oposición, ascenso, toma del poder, corrupción, descenso, oposición y no hay motivos para pensar que lleguemos a ser en esto, una nación excepcional.