lunes

MASIFICANDO EL VENENO


El idioma más que una suma de palabras es un vehículo que sirve para transmitir ideas y formas de pensamiento que vienen, querámoslo o no, cargados de historia. Si bien eso ha sido así durante siglos está cambiando porque los nuevos esquemas de comunicación que manejan la prensa, la televisión, el twiter y el facebook están vaciando de contenido a las palabras e imponiendo formas rápidas de transmisión visual e imitaciones de información. Con excesiva facilidad repetimos que entramos en la era de la información porque apareció el internet, la telefonía celular, la televisión por cable y pululan los “periódicos populares”, pero la verdad es que el analfabetismo continúa siendo una plaga que fluye con frases improvisadas y en medio de un océano inmenso de trivialidad, como el propagado por el periodismo light. Los grandes emporios económicos y nuestras oligarquías criollas invierten en esas empresas de vanguardia tecnológica porque reconocen que son herramientas indispensables para perpetuarse en el poder. Ellos saben lo que hacen, nos prometen información y nos embuten basura condimentada con grandes espacios publicitarios. Con la nueva prensa, esas elites están logrando un éxito rotundo porque llegan al subconsciente con un bombardeo implacable de imágenes, como lo hace la televisión, con titulares grandes, directos y coloridos, además sus artículos ahora son microscópicos pues se limitan al qué, cómo, cuándo y donde sin el más mínimo contexto o problematización de los hechos. De manera que esos periódicos ya no necesitan ser leídos o analizados, como sucedía con los de antaño porque al gusto por la retórica y la argumentación quedó sustituido por el facilismo. De esta suerte nadie visualiza la existencia de los conflictos sociales sólo ven los comunicados oficiales catalogándolo todo de terrorismo y delincuencia En consecuencia ahora no es esencial formarse un criterio propio sobre los acontecimientos, simplemente la masa tiene la opción de aceptar las verdades de los mercenarios de la “comunicación” porque la industria vive para formar eso que pomposamente llaman “la opinión pública”. Han sido tan exitosos esos dispensadores de veneno que ponen y quitan estrellas, suben y bajan políticos, santifican y desacralizan aquello que sirve a los intereses de sus amos. Por eso ya no me sorprende escuchar a una madre aconsejar a su hijo con frases del siguiente tenor: “No se complique la vida mijo estudiando cosas complicadas, que para conseguir dinero no hay que ir a la universidad”. Suena triste pero es verdad, porque lo que impone la moda es tener dinero para ser alguien en este mundo. No importa que no se trascienda el nivel de peón, lo importante son unos billetes en el bolsillo. Es la sicología de la sociedad de consumo y de los traquetos la que sustituye a esa vieja sociedad donde los valores esenciales radicaban en la formación personal y profesional. Entonces mientras los trabajadores leen a la carrera literatura chatarra, los hijos de las “familias de bien”, viajan al exterior a conseguir los más altos títulos en las mejores universidades para tener la oportunidad de ser los agentes del cambio, la información y del conocimiento preciso, para luego retornar a estas tierras a administrar los privilegios políticos y económicos de su casta súper poderosa. A esos niños bien se les dice yupis o Sr. ministro. Son odiosos a más no poder, pero los más detestables son los falsos yupis los que teniendo un empleo promedio viven de espaldas al país soñando con copiar todo lo que hacen al otro lado del mundo o nos venden por internet. Los señoritos nos tildan de ser anacrónicos por no estar a la moda, pero creo que es mejor tener los pies sobre la tierra.