La mayoría de las personas piensan que la ecología es una
ciencia y los ecologistas, los únicos que deberían estar preocupados por el
cuidado del planeta, lo cual es un error monumental.
Para diversas comunidades ancestrales, sus entornos
naturales debían ser respetados y protegidos con esmero porque en sus cosmovisiones
el hombre no había surgido para dominarla y estrangularla como lo hacen los que
se dicen promotores de la modernidad. Ahora, si bien nos cuesta trabajo
regresar a esa posición de ver en las rocas y los arboles deidades con poderes
especiales, tampoco deberíamos considerar a la ecología como una ciencia positiva,
porque de nada nos sirve elucubrar portentosas teorías para descubrir las leyes
que rigen los procesos naturales y seguir destruyéndola como lo hacen muchos
doctos universitarios. De lo que se trata hoy, es verla como una disciplina práctica, y
con ello pasar de esas teorías que repiten hasta el cansancio lo del
calentamiento global, a unas prácticas efectivas.
Antes de llegar a lo que se entendería como unas prácticas
reales de la ecología, es preciso recordar que existen unos factores sociológicos
y políticos profundos que no permiten su desarrollo, tales como: la existencia
del sistema capitalista que promueve la búsqueda de los intereses individuales
por encima del interés general, la lucha de clases y en consecuencia la
sociedad de consumo. Es por esto que, si deseamos alcanzar una coherencia
ecológica, es indispensable superar el voluntarismo individual y vincular
nuestros buenos deseos con la actividad política.
Sin embargo, para no quedarnos inmóviles esperando que se produzca
la transformación social, son las personas conscientes y estudiosas las que deben
empezar a presionar para que los cambios políticos se produzcan algún día, debido
a que desde los lejanos tiempos históricos, desafortunadamente, la inteligencia
quedó mal repartida. Tan es cierto esto que abunda los que posan de ecologista
en público y son depredadores en lo privado, como aquellos que creen que son
ecologistas porque compran bombillos ahorradores y montan en bicicleta, al
tiempo que son rehenes del consumismo.
Para propiciar la formación de argumentos que hagan viable
la existencia de una coherencia ecológica, paso a presentar algunos de los
mejores argumentos que se vienen exponiendo para pasar de la teoría a la práctica. Y para que los enunciados no suenen como mandatos absolutos, o caer en la
intransigencia, tenemos que hacer énfasis en la palabra “procurar”. Entonces:
· Piense muy bien antes de comprar para no dejarse engañar por la zalamería de los vendedores. A sus familiares o amigos no les regale chucherías, sino algo realmente significativo.
· Prefiera los productos naturales a los que traen
demasiados empaques o que han sido “sobreprocesados” como por ejemplo las
galletas, postres refrigerados, gaseosas o ciertos licores, porque además de generar desperdicios, traen elementos
nocivos para la salud como, colorantes y conservantes. Se entiende que es muy difícil cambiar las costumbres pero es preferible, por ejemplo, sofreír las verduras que consumir las que vienen enlatadas
o congeladas, para el desayuno es mejor un kumis hecho en casa o un jugo que utilizar cereal importado o café en polvo. El café es un producto subreprocesado: requiere abonos, fungicidas, trillado, secado, tostado, molido, empacado, etiquetado y transportado.
· Procure adquirir los bienes de consumo y sus
alimentos de los entornos más próximos para disminuir los sobrecostos que se
producen en la transportación como manzanas y el aceite de oliva. De tal suerte aminoramos el uso de los combustibles y se minimizan ciertas prácticas de explotación laboral que se dan en ciertos países.
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CULTIVO DE ACELGAS Y TOMATE EN UN BALCÓN |
· Si le gusta cuidar de las maticas para calmar el
estrés, entonces, en lugar de sembrar las mismas plantas ornamentales de sus
vecinos, procure cultivar hortalizas y frutales. De esa forma logra múltiples
beneficios: obtiene productos sanos, ayuda a la biodiversidad, contará con un
entretenimiento mejor que el de los medios masivos de comunicación y embellecerá
de otra manera, su entorno.
· Cuando fomentamos la informalidad o la ilegalidad le damos alas a los depredadores de la naturaleza y a
los corruptos. Así, por ejemplo, cuando las personas llevadas por la pereza de
hacer las arepas en casa, prefieren comprarlas en la calle, pensando además que
se ahorran unos pesos y “ayudan” a un pobre, en realidad están fomentando el
caos porque esos son avivatos que invaden de los espacios públicos, destruyen
las zonas verdes, dejan sus desperdicios en las aceras, roban energía y
propagan enfermedades gastrointestinales, entre otras cosas. Analícelo bien.
· Mas que pensar en la moda de los "ahorradores de energía", procure hacer las cosas que impliquen el menor uso de recursos posibles. Dese cuenta que estamos exagerando las cosas,
porque ahora buscamos entretenimiento con aparatos o juguetes de pilas y queremos
emplear herramientas electrónicas hasta para las labores más sencillas.
· Como la inteligencia está mal repartida,
aproveche lo que desechan los esclavos de la sociedad de consumo. Reutilice
todo lo que se encuentre a su paso y no se avergüence de recoger algo de la
basura. Límpielo bien, dele lustre y reutilícelo u obséquielo a quien si lo pueda
necesitar.
· No crea que el turismo es una industria limpia y
sin chimeneas, porque incluso aquel que llaman “sustentable” o "verde" deja unas
consecuencias, a veces impredecibles, sobre los entornos sociales y naturales.
Para su entretenimiento procure pasear por los espacios más cercanos a su lugar
de residencia, hágalo con austeridad y sin
pretensiones de mostrarle a los demás que usted es capaz de llevar un
estilo de vida holgado y derrochón, por unos días. ¿qué le pasaría al planeta
si durante sus vacaciones cada uno de los 7 mil millones de habitantes tuvieran
que salir cada verano de paseo, viajando cuatro mil kilómetros, como lo hacen
los ciudadanos de los países ricos? El turismo en realidad es una industria que
tiene por chimeneas los tubos de escape de los automóviles, aviones y cruceros,
que dejan, por cierto, toneladas de partículas contaminantes en la tierra y en
el cielo.
La lista de recomendaciones podría extenderse mucho más, como no practicar "deportes" a motor, pero es al lector a quien corresponde ahora ampliarlas, meditarlas, difundirlas y sobre todo, para tratar de ponerlas en practica. De esta manera cumplimos con la tarea de reducir nuestra huella ecológica y ser coherentes.