El diccionario de la Academia de la Lengua, para definir la
palabra cipayo, recuerda que así se le decía al soldado indio de los siglos
XVIII y XIX que estaba dispuesto ponerse al servicio de los intereses de las
castas imperiales de Francia, Portugal o Gran Bretaña. Se trata de un secuaz a
sueldo. Un vendido.
En Colombia esa categoría le calza perfectamente a la mayoría de los miembros de nuestra
casta políco-empresarial, y a muchísimas personas más que, en su búsqueda de la
riqueza, no tienen escrúpulos y están dispuestos vender hasta su alma y a su
propio pueblo. Dos ejemplos históricos fueron Laureano Gómez y nuestro expresidente Álvaro Uribe Vélez quien por
congraciarse con Bush y sus mentiras, nos puso en guerra con Iraq.
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¿Como ver nuestro pais desde ideas, artes, ciencias y tecnologias propias? |
Pero en sentido estricto los intelectuales cipayos son
aquellos elementos del sector dominado de la clase dominante que recrean las
estructuras de pensamiento que aparecen en los países imperialistas, para "modelar" a la plebe nacional, y así lograr sus objetivos económicos y de prestigio. Son
esos sujetos que se caracterizan por su marcado arribismo, los que se aprenden
todas las teorías de moda, viajan por el mundo hablando el idioma de los “académicos”
y regresan a este pais para lograr un puesto importante en las universidades o en
los ministerios.
Los cipayos, entonces, un día llegan hablando como schumpeter
con su teoría del emprendimiento, luego nos recitan el cuento de la postmodernidad
y siguen con la Modernidad líquida, el arte conceptual, la globalizan y el
neoliberalismo. Pero nunca se ponen a mirar las cosas de este país con lentes
propios, porque son incapaces de crear sus propios pensamientos y solo les
interesa estar a la moda, del lado de los políticamente correctos. Lo peor es
que se pintan de vanguardia a veces, pero son los que ponen en marcha las estructuras mentales de sometimiento, las políticas neoliberales
en las universidades públicas de este país.
Por supuesto que tener una manera propia de ver las cosas es
de lo más difícil. Si bien hay que reconocer lo que hay en el mundo, nuestra misión
es dejar de ser como los cínicos que van pensando solo en la
comodidad, cuidando su puesto para logar el ascenso social. Para ser
creativos e independientes hay que ser honestamente críticos. El reto está en intentar
apartarnos del modelo imperante, de este capitalismo global que destruye los
sujetos pensantes y está acabando con el planeta. La idea sensata sería seguir,
aunque sea un poco, la sugerencia del profesor Sabogal Tamayo, quien plantea
que: “La búsqueda de lo alternativo requiere de un pensamiento negativo, en el
sentido que debe tener como propósito la crítica de lo existente. No tiene como
fin justificar lo que existe, explicar por qué existe de esa manera, sino, por
el contrario, argumentar por qué no debería existir. Además, al encontrar las
inconsistencias del modelo imperante y su esencia contraria a la vida humana,
no ha de hacerlo como un fin per se, sino en la búsqueda de alternativas
novedosas; a este pensamiento es el que hemos llamado pensamiento propio. Este
tipo de pensamiento, por razones obvias, se encuentra mucho menos desarrollado.
El mismo se encuentra en los centros de enseñanza e investigación solo de
manera marginal. Los recursos del modelo imperante, como es de esperar, no se
dedican a este tipo de investigación; solo nos queda lo que la universidad
pública, con lo que le queda de autonomía, pueda dedicar a la investigación
heterodoxa”
¿Cómo tomar distancia de esas fuerzas del poder que detentan
los intelectuales cipayos, con sus prácticas corruptas, para construir nuevas realidades
propias? Esa es la pregunta fundamental. Lo cierto es que no hay respuesta
desde el conformismo o de esa comodidad de la masa, que solo quiere pasarla bien.
En las ciencias sociales lo fundamental son el cuestionar y analizar la realidad, aunque con mucha frecuencia en la academia y en la sociedad se le suele pedir a las nuevas generaciones que sean creativas, pero al mismo tiempo que aprendan a amoldarse a las circunstancias y sean políticamente correctos, olvidando un hecho fundamental, que el otro lado de la moneda creativa, no es la comodidad sino la capacidad de disentir. Sin desconocer que existen individuos que a todo le ponen problema, se oponen a todo, el criticar y teorizar no son actos de facilismo, como suele creerse, por el contrario, exigen: dedicación constante, sopesar los argumentos, formularse preguntas, estar bien informado, reconocer tendencias y riesgos, imaginación, capacidad comunicativa e incluso la aceptación de la animadversión o el ostracismo, porque esos suelen ser los premios con que tradicionalmente se premia al díscolo en vida. Después de muertos los lambones son los que salen a exaltar la memoria del difunto para ver que réditos consiguen con sus panegíricos.
En las ciencias sociales lo fundamental son el cuestionar y analizar la realidad, aunque con mucha frecuencia en la academia y en la sociedad se le suele pedir a las nuevas generaciones que sean creativas, pero al mismo tiempo que aprendan a amoldarse a las circunstancias y sean políticamente correctos, olvidando un hecho fundamental, que el otro lado de la moneda creativa, no es la comodidad sino la capacidad de disentir. Sin desconocer que existen individuos que a todo le ponen problema, se oponen a todo, el criticar y teorizar no son actos de facilismo, como suele creerse, por el contrario, exigen: dedicación constante, sopesar los argumentos, formularse preguntas, estar bien informado, reconocer tendencias y riesgos, imaginación, capacidad comunicativa e incluso la aceptación de la animadversión o el ostracismo, porque esos suelen ser los premios con que tradicionalmente se premia al díscolo en vida. Después de muertos los lambones son los que salen a exaltar la memoria del difunto para ver que réditos consiguen con sus panegíricos.