miércoles

LAS MARAVILLAS DEL UNIVERSO



Existen en el mundo 67 millones de personas autistas. Parece una cifra pequeña si la comparamos con los más de 7 mil millones de habitantes del planeta y sin embargo hay que pensar que son muchas personas, que por culpa de esa discapacidad son mal comprendidos y marginados de la sociedad. Es por eso que las Naciones Unidas estableció hace ya algunos años que el 2 de abril sería la fecha indicada para sensibilizarnos sobre dicha problemática. Los autistas no son tonticos o locos, como un buen desconocedor podría decir, son personas que presentan dificultades para comunicarse y para interactuar adecuadamente con sus entornos sociales y espaciales. Se detecta desde los primeros meses de la infancia, cuando el niño no responde, por ejemplo con la mirada, a los estímulos que se le ofrecen. Lo interesante es que entre ellos existe una gran variedad de características distintivas, al tiempo que hay individuos que no pueden ni siquiera hablar, otros presentan altos niveles en su cociente intelectual. 

Desafortunadamente, por ser una dolencia de reciente “descubrimiento”, aun no son concluyentes los estudios sobre sus orígenes (aunque la mayoría sostiene que es un problema genético) ni sobre su tratamiento. Por otra parte, hay que decir que, tal vez erróneamente, se ha extendido el uso de la palabra autista y ahora la utilizamos para designar a aquellas personas “sanas” que viven encerradas en sí mismas, “mirándose el ombligo” y que ni oyen  ni ven, ni entienden, las cosas que suceden a su alrededor. Esos seres sí merecen nuestra lástima porque teniendo la posibilidad de utilizar el enorme potencial que nos brindan los órganos de los sentidos, por prejuicios religiosos, por creencias infundadas y por el espíritu gregario (aquel que guía a la montonera), se contentan con quedarse sentados frente al televisor, esperando que pasen los días, sin objetivos y sin pasiones. Nadie los cataloga como lisiados, porque son precisamente los pusilánimes los que permiten la reproducción del sistema al convertirse en idiotas útiles. 

En el otro extremo de estos autistas, entonces estarían los apasionados, los espíritus analíticos y críticos que van por la calle buscando comprenderlo todo para desentrañar hasta los más pequeños misterios naturales y sociales. Ellos miran con atención cómo cresen los arboles, las características de los edificios, el caminar de una hermosa señorita, los brillos de sol sobre las aguas, el paso de las aves al final de la tarde etc. De ahí es que surgen las hermanas del pensamiento profundo: la ciencia, la tecnología, las artes y la filosofía. Pero entendiendo esta última, no como la manía de andar repitiendo lo que dijeron y dicen los europeos, si no como la capacidad que tenemos todos para reflexionar sobre aquello que nos interese. 
Se pueden hacer muchas cosas para mejorarles las condiciones de vida a los autistas y a sus familiares, es cuestión de voluntad política, pero a veces parece que no podemos hacer nada por quienes se consideran normales y viven de espaldas a las maravillas del universo.