miércoles

TRABAJO DIGNO



Conseguir trabajo es una de las grandes aspiraciones que tienen los seres humanos porque por medio de él adquirimos los recursos necesarios para la subsistencia. Sin embargo en Colombia, lo que recordamos cada primero de mayo es que muchas personas no logran ese sueño dorado. Por estos días volvemos a escuchar los discursos y las estadísticas, desde las instancias gubernamentales, gremiales o sindicales, sobre la situación laboral de nuestros conciudadanos y parece que las cosas sólo cambian en los reportes del DANE porque millones de personas continúan desocupados o son subempleados que viven de la economía del rebusque y solo una minoría de privilegiados tienen un trabajo formal (a veces los egoistas hasta tienen dos).

El ideal sería que todos tuviésemos la posibilidad de tener un trabajo digno, pero ¿qué deberíamos entender por ello? Desde el punto de vista de los capitalistas es aquel cuya paga alcanza justamente para la reproducción de la mano de obra. Para otros es digno cuando se incluyen al salario algunas prestaciones legales y ciertas condiciones óptimas de protección al trabajador. Lamentablemente esas cosas dependen de la voluntad del empleador o de las conquistas sindicales. Pero un trabajo digno es aquella actividad por medio de la cual podemos alcanzar la realización personal y sentirnos positivamente útiles dentro de la comunidad. Obviamente que el salario debe permitirle al trabajador la posibilidad de satisfacer sus necesidades básicas, aunque eso es muy relativo porque hay quienes no saben manejar el dinero y para los que viven en la sociedad de consumo, no hay dinero que alcance. 

Ahora bien, valdría la pena entrar a considerar las cosas desde la perspectiva del oficio que se desempeña, para preguntarnos ¿Acaso es un trabajo digno aquel que sirve para reproducir la alienación colectiva, la injusticia, la explotación humana o la destrucción de la naturaleza? En tiempos en que lo importante es el dinero, para comprar chucherías y sacar adelante a los suyos, nadie se pregunta esas cosas, simplemente toman como natural estar dispuestos a irse, incluso al otro lado del mundo, a matar pueblos que ni conocen, a emplearse en las trasnacionales que se llevan nuestros recursos naturales, a trabajar como periodistas difundiendo las mentiras que sus patronos fabrican.

Emplearse para ponerse al servicio de los intereses egoístas de otros es asumir un trabajo indigno, aunque se reciban altos honorarios y nos paguen cesantías y vacaciones en un “Resort”. Evidentemente las personas tienen derecho a buscarse los medios de subsistencia, pero qué bueno sería que pensáramos si con nuestro trabajo o empleo nos ponemos al servicio de la reproducción de este sistema injusto, le hacemos mal a los demás, a la ciudad o a la naturaleza. Es verdad que, por ejemplo, al vendedor informal no le preocupa si destruye las zonas verdes, ensucia las calles o pone en peligro la salud de sus clientes, porque es un desesperado ignorante, pero y ¿qué decir de los doctores que tras sus escritorios laboran arduamente para quitarle a los trabajadores sus derechos? Qué pensar de quienes reciben buena paga por reprimir a los inconformes y de los profesores que sólo se prestan para formar los peones del mañana? 

Está muy bien, entonces, eso de reclamarle al Estado garantías para tener un trabajo estable o de verdad, pero cada ciudadano debería evaluar también si ejerce su empleo con rectitud y si eso que hace es digno o denigrante para el conjunto de la sociedad.