Erich Fromm fue un famoso filósofo que escribió “El arte de amar”, un
libro que todos deberíamos alguna vez revisar.
En esas páginas nos
decía que el amor era lo que nos volvía verdaderos seres humanos, pero que no
nos llegaba como un flechazo porque era algo que logramos solo después de un
proceso de paciente construcción, compromiso y entrega desinteresada. “En el
acto mismo de dar, experimento mi fuerza, mi riqueza, mi poder. Tal experiencia
de vitalidad y potencia exaltadas me llena de dicha. Me experimento a mí mismo
como desbordante, pródigo, vivo, y, por tanto, dichoso. Dar produce más
felicidad que recibir, no porque sea una privación, sino porque en el acto de
dar está la expresión de mi vitalidad”.
(De suyo se deduce que el amor no tiene que ver con las teorías de lo químico-genético-hormonal. Amar no es igual que enamorar-se, ni tener calentura.)
(De suyo se deduce que el amor no tiene que ver con las teorías de lo químico-genético-hormonal. Amar no es igual que enamorar-se, ni tener calentura.)
Las palabras de Fromm son por lo tanto, una invitación a superar con creces aquellas actitudes mezquinas,
generalizadas y “normales” que hasta nuestras amistades más íntimas nos
trasmiten cuando intentan justificarnos sus uniones por conveniencia (formas viejas y nuevas de prostitución). Pero esas
palabras también nos indican que debemos romper definitivamente con la costumbre
de ligar el amor con el dolor, como lo proyectan los novelones y de la cual se pegan las industrias disqueras
para promocionar sus canciones lacrimosas. Y es que al amor no se le debería seguir viendo como sinónimo de sufrimiento porque por ese camino justificamos
las frases populares más absurdas como la de aquel troglodita que en el bus
repetía sin pudor: “El que no le pega a la mujer es porque no le quiere”.
De manera que nuestra aspiración
debería consistir en ver en el amor un sentimiento pausado, en construcción permanente y
encaminado a la alegría de dar, sin pedir garantías y esto para evitarnos caer
en la bajeza del cálculo del egoísta. “La persona egoísta sólo se interesa por
sí misma, desea todo para sí misma, no siente placer en dar, sino únicamente en
tomar. Considera el mundo exterior sólo desde el punto de vista de lo que puede
obtener de él; carece de interés en las necesidades ajenas y de respeto por la
dignidad e integridad de los demás. No ve más que a sí misma; juzga a todos
según su utilidad; es básicamente incapaz de amar”.
Empero, como no se
trata de irse al otro extremo de entregar a la persona amada, hasta nuestra
propia identidad, planteaba que: “En contraste con la unión simbiótica, el amor
maduro significa unión a condición de preservar la propia integridad, la propia
individualidad. El amor es un poder activo en el hombre; un poder que atraviesa
las barreras que separan al hombre de sus semejantes y lo une a los demás; el
amor lo capacita para superar su sentimiento de aislamiento y separación, y no
obstante le permite ser él mismo, mantener su integridad. En el amor se da la
paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos”.
Ahora bien, hay en el
libro de Erich Fromm un epígrafe de Paracelso que es sumamente interesante
porque nos lleva a otra percepción del amor, y que dice así:
“Quien
no conoce nada, no ama nada. Quien no puede hacer nada, no comprende nada.
Quien nada comprende, nada vale. Pero quien comprende también ama, observa,
ve... Cuanto mayor es el conocimiento inherente a una cosa, más grande es el
amor... Quien cree que todas las frutas maduran al mismo tiempo que las frutillas
nada sabe acerca de las uvas”.
Se ruega al lector
volver a leer la cita porque de ella una persona inteligente puede deducir
cosas realmente maravillosas.
En mi criterio, el
amor al conocimiento es de una jerarquía tan grande que si nos damos a él con
paciencia y desinteresadamente, puede constituirse en otra fuente de alegría,
porque nos transforma de manera positiva, nos brinda otras ilusiones, motivos de
vida y nos permite relacionarnos constructivamente con los demás. No en vano la
filosofía, nació precisamente, como amor por la sabiduría.
Pero la pregunta es ¿Qué
ha pasado con el amor, por qué lo limitamos a las relaciones interpersonales y
no aprovechamos todo nuestro potencial para apreciar el universo de las cosas y
los fenómenos que nos rodean? ¿En dónde quedó la curiosidad y nuestra capacidad
de ser dichosos con lo “intrascendente”?
El problema es que con
el desarrollo del capitalismo donde la importancia de las cosas se mide en
función de su rentabilidad económica, la filosofía, como muchas otras
disciplinas del conocimiento científico que debieran estar orientadas a
desarrollar el amor por el saber, se ha degradado en el concepto estrecho y mezquino
del especialista. Nuestras sociedades se han llenado de individuos que saben
mucho de poco, porque así lo imponen la burocracia académica y el mercado de
trabajo. ¿Sabe usted cuantos docentes universitarios trabajan sin mística y solo por un salario? Y entre tanto, el hombre del común ya no piensa que puede reflexionar
sobre el cosmos o sobre su propia existencia, porque eso le corresponde al
físico cuántico y al sicólogo.
Mentalidad gregaria |
A manera de ejemplo
quiero transmitirle al lector una experiencia personal gratificante. Durante el
último año he dedicado muchas horas a mirar el vuelo de los “coquitos” sin las pretensiones
de un biólogo. Estas aves, que no se distinguen por su hermosura, cada tarde cruzan
los cielos de la Universidad Santiago de Cali en su regreso a casa. Y de tanto
verlas pasar se me fueron creando muchos interrogantes. ¿De dónde vienen?, ¿Para
donde van? ¿Por qué vuelan siempre a la misma altura y en la misma ruta? ¿Por
qué que a veces viajan solas y a veces en parejas?
Cuál no sería mi emoción
al verlas esta semana en la Plaza de toros “pastando” en manada al lado de un
caballo, un aguilucho y una enorme iguana. Y tremenda emoción me dio verlas
pasar sobre mi cabeza unos minutos más tarde. Pero ahora me falta resolver la
pregunta¿En donde pasan la noche y crían sus polluelos?
Me imagino que los
expertos ya sabrán eso y mucho más, pero yo quiero saberlo a mi manera porque
amo la idea de poder aprender y conocer cosas nuevas.
Coletilla
A quienes se dejan arrastrar por las prisas de conseguir un título universitario, para hacer dinero y solucionar "necesidades" económicas, les prevengo, porque pueden llegar a ser muy expertos y casi doctores, pero muy seguramente huérfanos de amor.
Pasemos pues del homo económicus al sapiens amorosus
Coletilla
A quienes se dejan arrastrar por las prisas de conseguir un título universitario, para hacer dinero y solucionar "necesidades" económicas, les prevengo, porque pueden llegar a ser muy expertos y casi doctores, pero muy seguramente huérfanos de amor.
Pasemos pues del homo económicus al sapiens amorosus
Coquitos en la plaza de toros a las 4.50 pm |
Los mismos coquitos sobrevolando la Usaca y de regreso a casa. Hora 5.18 pm. |