La vida es enormemente
compleja y en muchas ocasiones se nos presentan tantos retos al mismo tiempo
que llegamos a sentimos acorralados o abatidos. ¿Cómo tomar decisiones
inteligentes en esas circunstancias? Algunos se tragan los problemas, se comen
las uñas, se lastiman la cara o en general los somatizan en stress, angustia y dolencias
físicas de diverso orden. Hay quienes aprenden a alternar diversas actividades (como deporte, estudio, paseos o artes) para tomar las cosas con calma y otros
salen airosos gracias a que saben cuándo pedir ayuda a un ser querido, a un
amigo o a un psicólogo.
La psicología es una ciencia
en construcción que apela a las formas de las ciencias puras, intentando
complicarlo todo con palabras raras y hablando de métodos de investigación,
heurísticas y demás..., aunque no deja de tener elementos propios de las formas
religiosas o mágicas de sanación del espíritu.
No obstante hay que reconocer
que los psicólogos ayudan eficazmente a muchas personas a salir de los momentos
difíciles y a morigerar comportamientos "erróneos". Ellos por ejemplo nos
recuerdan la importancia de superar el “principio del placer” para llegar a la madurez.
Dicho principio, aunque muchos no lo crean está en la raíz de la mayoría de los
comportamientos del colombiano promedio, pues la inmediatez y el deseo vivir el
hoy y el ahora hedonísticamente son los que hacen de nuestra sociedad un
universo caótico. Bajo el
principio del placer las personas, por darse un gustillo, echan
por la borda una relación seria, venden su voto a cambio de un bulto de cemento
y se la pasan comprando comida callejera, sin pensar el riesgo de intoxicación. Por su parte el “principio de realidad”, nos dice
la psicología, es aquel que nos lleva a evaluar las condiciones del presente para
pensar en objetivos de largo plazo. Es decir que parte de la idea de aprender a
tomar decisiones racional y
controladamente para alcanzar la buena vida.
Ahora bien, ¿tenemos que
aceptar todo lo que nos digan los psicólogos? Por supuesto que no, sólo los
ingenuos siguen ciegamente lo que los demás les dicen. Lo que esos
profesionales pueden deducir de nuestra existencia son como las imágenes que
proyectan los espejos deformados. Es decir no son totalmente reales, ni completamente
falsas. ¿Por qué el resultado es una imagen deformada? Porque están conociéndonos
y le estamos dando una información, e inconscientemente le vamos negamos otra. Luego
ellos toman esos datos y los ponen en relación con sus propios prejuicios de
orden religiosos, sociológicos, los de género e incluso los contrastan con sus propios
idearios políticos. De suerte que lo que los psicólogos nos muestran es lo que
creen ver en nuestro ser. Así por ejemplo si el doctor fuera de los tiempos de
las sociedades poligámicas (hacia la cual parece que regresaremos) no vería
ningún problema en que compartiéramos nuestra sexualidad con dos o más personas.
Y lo quieran ellos o no cuando el paciente es hombre la tendencia es propiciarle las características que se esperan de él tales como espíritu de
lucha, el carácter fuerte, la valentía y la audacia.
Ese es entonces un riesgo,
pero consultar a un especialista de estas áreas del saber es bueno por cuanto
tener segundas y terceras opiniones sobre cualquier asunto nos ayuda a asumir
perspectivas complementarias o distintas. En ese espejo se pueden “ver” cosas
que están ocultas de nosotros, digamos por ejemplo, la parte posterior de nuestras piernas o
lo que tenemos detrás de las orejas. Con el psicólogo podemos explorar nuestra infancia
y entender los elementos actuales de nuestra personalidad.
Como la opinión
del psicólogo se suma a lo que todo el mundo nos dice sobre lo que hay que pensar o hacer debemos recordar que solo nosotros, como individuos o como
pareja, tomamos las decisiones y escribimos nuestra historia. Las mentes libres
son aquellas que toman distancia de las condiciones reales, las
presiones familiares y de las circunstancias sociales para construir y luchar
por sus utopías, cueste lo que cueste.
Finalmente, como complemento, me permito sugerir descargar en internet el libro "Escucha, pequeño hombrecito" de Wilhelm Reich. Él dice “Olvídate de tu vecino y escucha lo que está
en tí; tu vecino también estará agradecido”.