A lo largo de la historia los científicos han
demostrado que es posible sostener teorías falsas por siglos o décadas, como lo
hicieron con los cuentos del flogisto y el éter, pero lo interesante es ver
cómo algunos individuos, en un momento dado, se atreven a pensar de manera
distinta para intentar demostrarle a la mayoría, que están equivocados. Aunque muchas
veces ese atrevimiento lo han pagado incluso con la vida misma en la hoguera o
con el desprecio colectivo.
Hoy, debido a los últimos desarrollos del
sistema capitalista, la doctrina dominante es la que tiene que ver el liderazgo
gerencialista y la masa está tan engolosinada con toda la tecnofraseología que
la acompaña que es imposible hacerle entender a los eruditos, que en realidad
estamos nadando en un mundo de mentiras como aquella del flogisto. Así sucede
porque los sistemas de poder funcionan gracias a que logran hacer que las
personas solo puedan pensar en lo que les es permitido pensar. La hegemonía del
sector dominante consiste precisamente en lograr que la gente se sienta a gusto
tratando de formar parte de aquello que los otros hacen e intentando sacar algo
de provecho de la moda. Eso sin importar que “a los demás”, que puede ser la mayoría
de las personas, no les vaya bien.
Los que se dicen expertos en “management”
predican que el bienestar social es posible si logramos que todos los
individuos, con la genialidad innovadora, se hagan emprendedores como los
grandes millonarios, que han aprendido a convertirlo todo en oportunidades de
negocio. Muchas personas creen en eso, tanto que logran montar su negocito y
aunque nunca conquistan la solvencia económica se sienten orgullosos de haber
llegado a ser, al menos, hinchas del millonarios.
Es innegable que los conferencistas de las
teorías de superación personal son muy buenos vendedores de sueños, aunque, cuando
nos cuentan las historias fantásticas de emprendedores famosos, van dejando en
el aire la idea de que la pobreza de la inmensa mayoría de los individuos se
debe a la pereza, a la falta de verraquera o audacia. A los egresados de
carreras como administración de empresas, los expertos les hacen creer que
todos están listos para ejercer el liderazgo, que son emprendedores y están
capacitados para manejar o crear hasta grandes empresas trasnacionales, pero
cuando van a la realidad se estrellan con la complejidad de las razones
históricas o sociológicas que reproducen la inequidad.
En Colombia por ejemplo tenemos que mientras
los hijos de los ricos se pueden formar en las mejores universidades del mundo
y regresar a trabajar en la empresa de papi, a la clase media le toca las
universidades de mediana calidad, a plebe afortunada le corresponde la
“educación para el trabajo” y al resto, la universidad de la calle. Los
primeros llegan a ser audaces dirigentes políticos y gremiales dotados de
iniciativa celestial, a las clase media le corresponde el rol de luchar por el
ascenso social en los puestos de mediana importancia socioeconómica, a los peones
les queda la tarea de aprender a obedecer con humildad y los últimos no logran
salir del circulo vicioso de la miseria y la delincuencia.
Dentro de las grandes mentiras del
gerencialismo también está la que sostiene que quien sabe hacer dinero para sí
mismo, podrá hacer dinero o pensar en el bienestar general. Lo sorprendente es
que a pesar de las consecuencias nefastas de los liderazgos plutocráticos la
ilusión continúa y se renueva en cada periodo electoral. Ser un líder
convencional, defensor de statu quo,
es relativamente fácil, por cuanto solo tiene que irse acomodando a las
circunstancias, seguir la partitura de las élites y saber llevar a las masas
por un camino sin sobresaltos, entre las boberías tradicionales y el jolgorio
farandulero. De otra parte, lograr el liderazgo político y social de las clases
sociales sometidas a la explotación no es una tarea que cualquiera pueda alcanzar
de la noche a la mañana porque es sumamente exigente, pues se debe estar en formación
socio política constante para poder actuar con coherencia y lograr, desde el
pensamiento crítico, evaluar o visualizar lo no permitido, aquella realidad
alternativa que se quiere construir. Como el poder que las oligarquías han
construido dentro de las estructuras sociales y sobre la ignorancia de las
masas durante siglos no está a la vista de todos, le corresponde a los que
ejercen el nuevo liderazgo, desenmascáralo y transformarlo para poder cambiar
la realidad. Pero no se debe olvidar que las oligarquías con algunos de sus
fieles servidores de la clase media, también se van reinventando y mimetizando
entre los falsos salvadores del pueblo.