Es nota característica de la
burocracia estatal negar los problemas y decir que todo va bien, aunque sea
directo al despeñadero, como lo evidenciamos en la actitud que han asumido desde
el ministerio de educación en Colombia. Mientras la educación en su conjunto va
dando muestras de aproximarse a una catástrofe, la ministra puede estar
contenta porque ha conseguido sostenerse en el cargo, trata de sacar pecho con
el cuento de la alternancia y ha logrado mover con destreza los hilos de la
politiquería en las universidades públicas. Por su puesto que el uribismo en el
futuro dirá que todo lo malo fue culpa de la pandemia y de Fecode, mientras que
lo bueno fue el fruto de una sabia política de Estado. La ministra resaltará
por ejemplo que durante este gobierno pusieron la gratuidad de la educación superior
para los estratos uno, dos y tres, pero no dirá que fue una medida tomada por
las circunstancias de pandemia y que contribuirá a la absurda discriminación por
guetos que desde hace décadas impusieron las elites para separar a los ricos de
los pobres. Recuérdese que hay personas que viven en casas de estratos
superiores sufriendo los embates de la pauperización del desempleo.
La crisis de la educación no es
de ahora por muchas razones entre ellas, el proceso de privatización, porque
los gobiernos siempre han preferido invertir en la guerra para defender los
intereses económicos y políticos de las elites y también porque se ha producido
un cambio en las aspiraciones de los ciudadanos, que guiados por el espíritu
modernista de los mafiosos, ya no quieren saber de cosas que impliquen
esfuerzos mentales como las que demandan las artes poéticas. Lo que importa hoy
son: “el goce de la vida”, el mundo del circo farándulero, y la consecución del
dinero rápido y fácil. Por eso no faltan los miopes que dicen que para “salir
adelante en la vida no hay necesidad de ir a la universidad, solo hay que tener
el valor para crear empresa”. Muchos no lo saben, pero a la universidad no se
va por dinero, sino a formarse como seres humanos, capacitándose en unas
especialidades, haciendo deporte, compartiendo con sus futuros colegas e
incluso se va a conocer los primeros placeres de la carne o el amor. Para mi
son los mejores años de la vida.
El ministerio y los grandes
medios de comunicación en manos de esas elites de multimillonarios en lugar de
ayudarnos a comprender el origen de los problemas, lo que están haciendo es tratando
de vendernos unas soluciones fantasiosas para poder seguir explotando a la
gente y, aunque desafortunadamente muchos se están tragando el cuento ya por esnobismo,
por intereses individualistas o simplemente por ignorancia, nuestra tarea será
construir un nuevo modelo de educación para que todos tengan la oportunidad de
escoger entre ser líderes o peones.
Si el lector presta atención a lo
que dicen los modernistas del Estado y los medios de comunicación verá cómo nos
argumentan que el futuro de la educación está en la competitividad y las
mejoras tecnológicas. Nos dicen que hay que preparar a los jóvenes para que
sean competitivos, antes que seres solidarios, que estudien carreras que les
permitan ser superiores frente a sus contemporáneos y para que ayuden al país a
enfrentar el reto de participar de las mieles del mercado global. A los
empresarios los invitan a fundar negocios educativos o a traer franquicias
universitarias porque con la competitividad, por arte de magia se producirá la
calidad educativa que todos anhelamos.
Pero donde están haciendo sus
mayores esfuerzos los vendedores de sueños es en hacernos creer que el futuro
de la educación está en los juguetes electrónicos: computadores, teléfonos “inteligentes”,
tabletas, internet de última generación, sistemas wifi, etc. Así por ejemplo en
el periódico La Republica el 20 de mayo del 2020 titulaba: “Conozca las
herramientas tecnológicas para impulsar la educación en casa”, en El Espectador
del 5 de abril de este año un publicista titulaba: “Microsoft participará
fortaleciendo habilidades digitales. El reto de mitigar la brecha digital para
mejorar la educación”. Entonces uno se pregunta: ¿acaso vamos a creer que
mientras las grandes corporaciones hacen negocio, al mismo tiempo propiciaran
el pensamiento crítico, la formación humanística y la educación de calidad? Difícil
creerlo porque lo que necesitan son tecnócratas potenciadores del capital.
Hay que reconocer que los aparatos
electrónicos están prestando un gran servicio en la distribución de la
informacion, pero la acumulación de datos, el bochincherio de las redes
sociales o de la información enciclopédica, por si solos, no sirven para formar
a las nuevas generaciones pues la base real de la educación es la interacción real
entre las personas. Por eso lo que tenemos hoy, en estos tiempos de pandemia es
un paliativo a la soledad o la desesperanza, pero no educación y por dicho
motivo las consecuencias, si bien no las vemos hoy en toda su gravedad, mañana
tendremos que remediarlos. Digo mañana, como un día X porque lamentablemente
con este gobierno que no escucha, ya
todo es tiempo perdido. Solo resta esperar a que termine.