Miguelito, Soledad Dominguez, y Yolanda, son infaltables compañía. Tarde o temprano están con migo. Ellos me ayudan a pensar, a orientar mi rumbo y sobre todo me dejan trabajar tranquilo, sin interrupciones. Lo único malo es que aveces, también se ponen cansones con su indiferencia silenciosa y es entonces cuando me acuerdo de la persona que mas quiero. Pero uno no debe quejarse, porque evidentemente, no se puede tener todo a la vez.
Al respecto mi amigo Ramiro Ramirez me ha regalado sus reflexiones y estas frases de autores conocidos:
Por ejemplo de German Hesse la siguiente : Cuando se ha talado un árbol y éste muestra al mundo su
herida mortal, en la clara circunferencia de su cepa y monumento puede leerse
toda su historia: en los cercos y deformaciones están descritos con facilidad
todo su sufrimiento, toda la lucha, todas las enfermedades, toda la dicha y
prosperidad, los años frondosos, los ataques superados y las tormentas
sobrevividas. Y cualquier campesino joven sabe que la madera más dura y noble
tiene los surcos más estrechos, que en lo alto de las montañas y en peligro
constante crecen los troncos más fuertes, ejemplares e indestructibles.
Viviré siempre erguido, orgullosamente, solitario como
profeta predicando en el desierto ante la indiferencia y el desdén de mis
contemporáneos, muy ocupados en hacer plata y en rezar para salvar el alma.
La libertad se alcanza solo a través de la soledad, en el
caminar, el escribir, estar consigo mismo, la soledad es lo primero. La soledad es la ausencia de opresión; ¿quién
no quiere estar solo en algún momento del día, de la noche, de su vida?
El ser humano comienza a ser humano cuando es mayor de edad,
antes siempre está bajo la vigilancia de alguien que supervisa cómo se viste,
cómo piensa, qué amigos tiene. Estas personas como los pueblos oprimidos, jamás
disfrutan de su soledad porque tienen microdictaduras. El menor de edad, las
personas casadas, los trabajadores, tienen a la soledad como único recurso de
escapar de la explotación y la opresión para estar consigo mismos, y decidir
qué hacer con sus vidas, momento a momento, en las pequeñas decisiones de cada
día, que son las que conforman la libertad.
Siempre conviene tener un sitio secreto y propio, en el que
establezcamos nuestra verdadera libertad y nuestra principal soledad y
retiro. Allí es donde debemos
ordinariamente platicar con nosotros mismos, haciendo de ese lugar tan privado
que ningún conocimiento ni amistad extraña penetre. O allí hemos de discutir
y regocijarnos, sin mujer, sin hijos,
sin bienes, sin pompas, sin criados; y de ese modo, cuando perdamos todo eso no
nos será novedad pasarnos sin ello. Tenemos un alma que puede replegarse sobre
sí misma y así puede hacerse compañía, poseyendo medios propios de asaltar y
defenderse, de recibir y de dar. En semejante soledad no debemos temer sufrir
una ociosidad enojosa.
El verdadero amor consiste en vivir el enriquecimiento mutuo,
como una evolución que nos hará crecer siempre, dentro de una relación no
determinada por su origen inicial y por lo tanto compatible con la soledad
necesaria para vivir plenamente la libertad individual.
Los verdaderos científicos y artistas son, han sido y serán, en
las condiciones generales de sus sociedades, hombres y mujeres solitarios;
porque mientras las metas sean el éxito económico, la fama y el vertiginoso
avance en la escala social de relaciones, muy pocos son los que permanecen
sinceramente creadores.
Nunca estamos solos, pues estamos con nosotros mismos y con
aquellos dignos de compartir nuestra soledad.
Los árboles han sido siempre para mí los predicadores más
eficaces. Los respeto cuando viven entre pueblos y familias, en bosques y
florestas. Y todavía los respeto más cuando están aislados. Son los solitarios.
No como ermitaños, que se han aislado a causa de alguna debilidad, sino como
hombres grandes en su soledad, como Beethoven y Nietzche.
Muchos son los que creen que el estar lejos de la gente es
estar ausente de la vida, y debe abstenerse de todas sus diversiones.
El mundo es más hermoso. Estoy solo, y la soledad no me hace
sufrir.
La espantosa realidad con frecuencia he buscado, donde reinan
asesores, ley, moda y dinero, pero siempre he huido, libre y desengañado hacia
la dulce locura y el sueño hechicero de disfrutar mi soledad.
Muchas veces nuestra conversación constante y el estar
acompañados llega a cansarnos y entonces es bueno establecer cortas ausencias
uno de otro, porque la soledad es a veces la mejor compañía.
Llaman asocial al gran hombre, cuando prefiere estar solo con
sus pensamientos que en tus “sociedades vacías y charlatanas”.
La soledad es un espacio interior que tiene que ser
conquistado por el hombre.
La soledad hay que tomarla, pues, como un producirse y no
como un producto. Ella es dinámica cuando es realmente viva y fértil. De esa
calidad depende siempre el valor de la compañía. Sucede que hay compañías que
la arruinan porque no aportan nada a su dinamismo, así como hay otras que la
enriquecen.
La soledad es una de aquellas palabras que como muchas otras,
han perdido su magnetismo evocador. Penumbra retiro, sombra, eremita, etc., se
asocian a ella. Cada día debemos aprender a liberarla de la retórica
parasitaria con la que se le exalta o minimiza arbitrariamente. Pocas veces se
reflexiona sobre ella para encontrarle su fertilidad y saber que ella magnifica
cuando hay con quien compartirla.
Es que la soledad es un espacio interior, un don que tiene
que ser conquistado por el hombre y muy pocos son los que la enseñan.
Es en vano tratarse de entender con las demás personas, pues
estamos formados de otra arcilla que
somos de otro mundo, que hablamos otro idioma y así preferimos encontrarnos y
nutrir nuestra soledad.
Quiero vivir la libertad de la soledad y la seguridad de no
ser nunca comprendido, pues aquel que nos comprende esclaviza alguna cosa de
nosotros.